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Inconscientes e imprudentes

Reflexiones sobre inconscientes e imprudentes en el mundo del running

El Yeti y el Hombre del Mazo

Me invade la curiosidad por saber si el Yeti y el Hombre del Mazo tienen algún parentesco. Aunque no me defino como montañero, diría que estos dos seres son primos hermanos. Habitualmente, el señor Yeti y el Hombre del Mazo hacen su  aparición cuando exploradores de altas montañas y atletas de largas distancias se encuentran en situaciones comprometidas. Son muchos los atletas que tras rebasar el muro del esfuerzo continúan en su obstinación por plantar cara al maratón. Entonces es cuando aparece el hombre del mazo: agotamiento, hambre, sed, sonrisas, suspiros, alucinaciones… el del mazo somos nosotros mismos, habita en nuestro interior y no es un ser maléfico, todo lo contrario, es un Ángel de la Guarda que surge cuando advierte de los peligros que soporta implica un sobre esfuerzo.

Voluntad y coraje sí, pero sin llegar al agotamiento. De no aminorar la marcha las consecuencias pueden llegar a ser nefastas, sino acordaros de la suiza Gabrielle Andersen en Los Ángeles,  protagonizó el final más agónico vivido en unos Juegos Olímpicos. Del Hombre del Mazo no se libra ni el más portento de la naturaleza, ha frecuentado mentes tan brillantes como la de Haile Gebrselassie. En las altas montañas lo mismo de lo mismo. Cuando un alpinista se expone a la altitud, a convivir en deuda de oxígeno,  corre el riesgo de entrar en un estado de debilidad y agotamiento. Entonces es cuando a muchos les viene la imagen del abominable hombre de las nieves, el Yeti, que mantuvo en alerta máxima al más grande del himalayismo, Reinhold Messner. Entonces, ¿qué? ¿El Yeti existe o es una derivación del Hombre del Mazo?

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Decisiones

Hace algún tiempo una mujer daba a luz tras cruzar por línea de Meta del Maratón de Chicago.  Me pareció algo tan sorprendente como reprochable.  Contacté con mi colega Yolanda Vázquez (estando en fase de fecundidad, subió a La Bola del Mundo en el Puerto de Navacerrada, son 2.265 m, y luego se fue a nadar). También ha participado en carreras de fondo.  Aparte, es Doctora en Biología. Tras la conversación llegué a la conclusión que la yanqui  actuó  de manera  imprudente.

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Cuando una mujer embarazada toma la decisión de correr una carrera de tan larga duración tiene que saber  que se expone a un encadenamiento de trastornos, entre muchos: a un  hígado saturado (GOT – GPT altas) causado por la evaporación de líquidos y pérdida de sales minerales, a microrroturillas (CPK alta) producidas por los miles de impactos con el pavimento (CPK alta), además, por su estado de gestación, a los movimientos que experimenta el propio cuerpo.  Indirectamente,  imagínense a sus familiares, la intranquilidad  que tuvieron que aguantar durante las seis horas y veinticinco minutos que Miller permaneció en carrera.  ¿Y de la criatura, qué? Podría haber sufrido  consecuencias irremediables. Miller, jugó a la “ruleta rusa” y una de las derivaciones de correr el maratón fue el adelanto del parto.

Me parece  una burrada  y lo cuento como un acto  de inconsciencia, creo que este tipo de “heroicidades” no son ningún ejemplo. Es como si a un runner le diagnostican  un principio de infarto y le prohíben correr y  haciendo caso omiso, continúa corriendo. Entiendo que es una decisión muy personal y que la última palabra es de la madre pero esta vez,  Amber Miller no me sirve de modelo.

Me quedo con la filosofía de Yolanda  “Soy mujer, madre, deportista y trabajadora, el orden no altera el producto pero cada día intento compaginar todas esas facetas sin volverme loca”. Pues eso, sentido común.

We Run Fiz

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